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13.3 (borrador de "Ahúllo") Me escucho en las entrañas de la tierra, de ella vengo En tierra crezco ando volteo, y por supuesto reposo He parido una y otra vez en la Tierra, de ella sorbo Me nutro, me revolco Disfruto Rumorean las águas y así brota el gran útero de las piedras de la tierra, las heridas, la sal y las ramas de las vidas, del barro en sus muy diversas formas, ondeantes A la extensión del desierto nocturno le llueven astros. Llovizna, pero constante. Son finísimas partículas de Luz cósmica, Un pellizcante sol Durmientes párpados El aire y el movimento, más allá. Sutiles (partículas) blandas y campestres distraen miradas, Insaciable despertar entre silvestres contracciones orgásmicas En el flotante silencio y profundo pulsar, se recubren memorias. Vidas y muertes, trozos Almas desencarnadas Impetua y estridente danza, La que cuándo adormecemos nos arrastra al Mar, A hielos eternos y huecos que se cren escondidos. Será la oscura lengua, fuego! O, la blanquecina palidez de un rostro Soñantes ondeando entre portales, dimensiones Imundos. Ese silencio, en el cuál se adivina el rumor del Alma: un lenguaje que la consciencia reintegra y reconoce cómo intuición. Me complazco respirando vivamente y bailando con lo que de mi suelte. Así mismo. En lo Salvaje, en lo auténtico. En clamor medicinal, en rezos desprendidos y cánticos lunáticos. Suena la cadencia de ciclos, de magnéticas olas y del Tambor. Suelto y insolente frenesí del fluir de las savias, cálido brotar de la primavera visceral. Sentidos que despiertan y se avisan, fuegos que rasgan despliegan elevándose des del Ventre al Infinito. Tambores de pieles ahullantes vidas, aromática sensualidad y ninfas flotantes. Nos quedamos en el campo de visión del plácido creciente lunar. En el campo de mira de los cuerpos celestiales gozosos Ahí mismo comienza (ahúllo).